En la luz, luciérnaga brilla,
en la noche, profunda se esconde,
con la espada, ni cómo, ni dónde,
ni perros ladrando, ni cola de ardilla.
En el llanto, sus ojos desnudos,
en el sueño, desnuda su alma,
con el duelo, ni olivo, ni palma,
ni látigos sordos, ni pájaros mudos.
En la vida, campana de aldea,
en las prisas, con botas de agua,
con el fuego, ni incendio, ni fragua,
ni sangre en la frente, ni vasta marea.
En la estrella, Minerva sin lanza,
en la senda, la rueda mellada,
con la rabia, ni envida, ni Iliada,
ni espejo que habla, ni flecha que alcanza.
En el miedo, la luz del armario,
en ingratos, la bruja del cuento,
con amigos, ni uno, ni ciento,
ni estúpido vuelo, ni ajado diario.
En el beso, Roxana sin velo,
en la sombra, Cyrano sin verso,
con su plaza, ni flor, ni perverso,
ni pátina dulce, ni amargo desvelo.
(Imagen: Boceto de un Desnudo de David Rosales Castillo)
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