¿Qué es Enred@ndo?

Aún tratándose de un blog personal, Enred@ndo no pretende ser la página de mis confesiones íntimas, ni mucho menos, aburrir con un sentido práctico-profesional. Se trata más bien de un blog para el que viene y va por la red sin mirar atrás, donde la ficción y la realidad convivan sobre nuestros enredos cotidianos con el desparpajo del que se siente un neófito en esta nueva forma de compartir.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Carta a Atenea o Elegía del Amor de los Idiotas

En la frontera de lo impío,
donde se confunden los brillos de la espuma,
sobre tu carro arrastrado por saliva de corcel,
(Oh mi señora) tu rostro dibuja la frialdad de la batalla.

Cuando los brotes tiernos de las primeras sonrisas
perfuman el hedor de los cadáveres bajo tus ruedas,
el toque de retirada, siempre fiel,
se hiende de la razón a lo aparente.

Amanece rápido y el día te aclama
porque la noche es corta cuando se combate a tu lado,
y el trino canta tus proezas
con vítores que suenan a hueco de calavera.


Los últimos en morir ya se levantan para malvender migrañas

y amanecen en mí los pétalos de tu victoria,
con tu cabello recogido cayendo sobre mi frente,
cerrando mis ojos.

Después nada. Oscuridad.
El crepitar del frío. Nada más
Manos que tiemblan. Nada más.
Que piden clemencia.

¿Qué poder tiene tu espada para cegar mi vista?
Envidio a aquéllos que muertos fueron por tu mano,
pues ciego estoy y sólo siento el ruido de tus cabellos
al abrevar en la herida de mis cuencas vacías.

Tendido entre harapos e inmóvil,
imploro la visita de una flecha tuya
que parta en dos mi loriga
para así adorarte en los duermevelas.

(Entonces)
Dos brazos fuertes me izan del trapiche de tu beso
y arrastrado soy por el fango.
Ante tu mirada atenta
pasa lento el tiempo de la agonía.


Conozco mi destino que ya percibo
por el olor acre de la fosa,
donde mezclado con maderos secos,
arderé hasta la Eternidad.

¡No estoy muerto, sólo ciego! Grito desesperado.
Únicamente las lombrices pueden oírme mientras trabajan.
Tú, Atenea, no.
Sólo oyes los gritos de los que murieron.


Pero la tierra seca se desmorona
limpiando la sangre de mi rostro,
y aquél que me arrastra, bien me conoce,
pues a su lado luché para ti.

(
Tu herida es limpia, amigo susurra mientras la acaricia)

Con la ternura del hombre cansado,
anuda fuerte sobre mis párpados

la venda que antes empapó el sudor de la batalla

sobre los pezones hinchados de la fortuna.

(El tiempo se cicatriza en silencio...sólo silencio...silencio)

Y así sano estoy para loarte otra vez,
para rogar a tus pies el deseo de ser escudo
frente al mar,
empotrado en la quilla de tu galera,
conquistado por tu risa de fanfarrias.

Pues si en la impaciencia de mi frente
se ha de secar el laurel de tu corona,
con mis armas rendidas de nuevo a tu impostura,
quizás te dignes a mirar a los ojos de quien ciego estuvo.

Y si en ellos, al fin encuentras el brillo de la sangre limpia,
prenderé fuego a los candiles de tu templo
para reinar junto a ti,
sobre el trono de los idiotas, hasta el final de los tiempos.

No hay comentarios: