¿Qué es Enred@ndo?

Aún tratándose de un blog personal, Enred@ndo no pretende ser la página de mis confesiones íntimas, ni mucho menos, aburrir con un sentido práctico-profesional. Se trata más bien de un blog para el que viene y va por la red sin mirar atrás, donde la ficción y la realidad convivan sobre nuestros enredos cotidianos con el desparpajo del que se siente un neófito en esta nueva forma de compartir.

sábado, 30 de mayo de 2009

El cajón de las cosas importantes

En mi casa, el cajón de las cosas importantes está en la cómoda del salón, en una de sus esquinas y junto al ventanal del patio, es decir, en el lugar más accesible y luminoso de todo el inmueble. A su derecha, y separado por la enorme cajonera de los manteles a la que nunca le he visto el fondo, se encuentra el cajón de las cosas menos importantes, que no por ello deben resultar mediocres. A primera vista, se diría que ambos cajones parecen eso, cajones molientes y corrientes, pero la realidad es que sin ellos, yo no podría vivir.

Y es que la importancia de un cajón no se halla en la nobleza exterior de la madera del mueble (en mi casa, los muebles son de madera de pino, de esa que se pasa media vida crujiendo de joven y la otra media, crujiendo de vieja), ni en la trascendencia de su contenido interior. No. La importancia de un cajón se encuentra en la categoría que éste adquiere la primera vez que le metemos algo. Que la cosa es importante, pero importante de verdad -por ejemplo, las instrucciones de la caldera, el primer día que te mudas a un casa con caldera-, entonces el cajón se convierte, desde ese mismo momento, en el cajón de las cosas importantes. Y de la misma manera, si lo que metemos es algún artilugio de cierta gracia que el día menos pensado te va a hacer falta -por ejemplo, la calculadora que te regaló tu suegra en su fiesta de jubilación-, lo más normal es que ese cajón pase a ser el cajón de las cosas menos importantes (y no porque a mí no me importe mi suegra, que la quiero un montón, en serio).

Es más, si profundizamos un poco en la cuestión, nos daremos cuenta de la verdadera relevancia de estos dos cajones que, como en mi caso, puede llegar a ser vital. Y es que en mi parecer, su mayor repercusión se encuentra en la inestimable labor social que desempeñan en una casa. Me explico. Imaginemos que, a los nueve meses de haberlo comprado, se te jode el televisor LCD de pantalla plana que te costó un huevo. Tú sabes que está en garantía, pero ¿Dónde está el ticket de compra? Ja, pues en el cajón de las cosas importantes (si lo tienes, claro), y si no está ahí, al menos ya tienes un sitio seguro por el que empezar a buscarlo como un loco, o acabar gritando esa terapeútica frase de los estados desenfrenados, que dice algo así como ¡claro, si fuéramos capaces de guardar las cosas donde deberían guardarse! ¿Es o no es importante un cajón de las cosas importantes? Pensadlo bien. Si no tuviéramos este tipo de cajón en casa, estaríamos prescindiendo, en primer lugar, del sitio con mayor probabilidad para encontrar cosas importantes perdidas. Pero además, nos perderíamos su maravillosa propiedad intrínseca de ser el primer sitio al que dirigir la búsqueda y, aún más, en el caso de que ésta fuera infructuosa, no tendríamos con quién consolarnos.

Bueno sí, podríamos consolarnos con el cajón de las cosas menos importantes, que es (seguro que lo habéis adivinado) el segundo sitio en el que mirar cuando se te pierde algo importante. Pero el hecho de buscarlo en este segundo cajón, resulta, como mínimo, de una incoherencia supina, pues por su propia naturaleza, el cajón de las cosas menos importantes no suele contener nada importante. Como mucho, a este otro le puedes pedir que te guarde la pila eléctrica que siempre te sobra cuando terminas, exhausto y al borde de un colapso mental, de montar doscientos juguetes en una mañana de Reyes. Aunque la verdad, casi nunca vale de nada, pues el día que te hace falta una única pila, seguro que tiene una A de más, o de menos, que la que guardas en el cajón, y al final, el que lo paga es el mando de la minicadena.

En fin, que la cosa teniendo su miga, sobre todo tiene cajones. Y para casos desesperados, dejad en paz al pobre San Cucufato y buscad en el montón de folletos publicitarios y cartas de propaganda que sobreviven, mes a mes, encima del microondas. Nunca falla.