¿Qué es Enred@ndo?

Aún tratándose de un blog personal, Enred@ndo no pretende ser la página de mis confesiones íntimas, ni mucho menos, aburrir con un sentido práctico-profesional. Se trata más bien de un blog para el que viene y va por la red sin mirar atrás, donde la ficción y la realidad convivan sobre nuestros enredos cotidianos con el desparpajo del que se siente un neófito en esta nueva forma de compartir.

sábado, 7 de febrero de 2009

La crisis del político y la del ciudadano

Últimamente tengo la sensación de que la clase política de este país está bastante acojonada. Sobrepasada por las circunstancias, ya ni siquiera les reconforta zurrarle la badana al oponente de turno. Es deprimente. De las caras crispadas de los debates del 11-M y de aquella negociación con ETA hemos pasado a un rosario de caritas tristes y miradas esquivas que empieza a preocuparme. Entre nosotros, me da por pensar que éstos no saben cómo salir del hoyo.

Al Gobierno (y al PSOE) ya no le vale aquello de que el malo sea Bush, el feo sea Aznar y el bueno ZP. No, esto ya no funciona así. Al principio, cuando la crisis parecía cosa de los bancos norteamericanos y de todo el batiburrillo financiero con el que nos enredaron -recuerden aquello de las subprimes, los activos tóxicos y la madre que los parió a todos- nos vendieron la moto de que ésta solo iba a afectarle a los ricos (como si a ellos pudiera afectarles una crisis) fruto de la insaciable voracidad de un sistema capitalista alentado por Bush y su caterva de neocones. Enseguida llegó el crash del sector inmobiliario, los despidos masivos y los ERE de las grandes compañías y, aunque tuvieron que cambiar el discurso y de la desaceleración pasamos a la crisis, los efectos de la misma sólo los sufría el empresario cabrón y podrido de euros, gracias a las políticas neoliberales de Aznar que ampararon la burbuja inmobiliaria y el pelotazo urbanístico. Pero muy poco después, la crisis empezó afectar al bolsillo del currito de a pie y el paro dejó de estar asociado al reajuste del ladrillo para machacar a todos los sectores por igual.

Grandes y pequeñas empresas, autónomos y trabajadores por cuenta ajena se desangran por igual en una violenta destrucción de empleo sustentada, de momento, por el subsidio y la esperanza de que esto no dure mucho. Pero ¿Qué ocurrirá dentro de seis o doce meses cuando la nómina de desempleado se acabe? ¿Quedarán fondos en las arcas públicas para no dejar tirados a miles de familias o tendremos que devolver los cuatrocientos euros de marras? La Banca ya ha manifestado su intención de no dar créditos en época de recesión y el Gobierno, no se sabe si paciente o impaciente, guarda un silencio tenso, de esos que suenan en las pelís de miedo antes de que el tío de la máscara salga de la sombra, cuchillo en ristre. Y lo peor es que ya se han agotado las excusas y los culpables. El malo se fue con viento fresco de la Casa Blanca y al feo, que se le ha ido la pinza en los últimos tiempos, le han pasado por encima cinco años de gestión socialista. Y por eso en los bares, el que más y el que menos se caga en las castas del bueno de ZP. Uno es consciente de que la cosa está chunga cuando ni Sonsoles se cree que el Plan Español de Estímulo para la Economía y el Empleo o Plan E (de estamos-bien-jodidos) tenga el más mínimo efecto sobre la situación.

Pero no crean, la oposición no está mucho mejor. Al PP se le ve más cómodo chapoteando en el barro de la corruptela y de los espionajes de la Espe que hablando de economía, y cuando se les acabe el chollo de estos dimes y diretes, son capaces de sacarnos a la Soraya en bolas con tal de desviar la atención, aunque puestos a dar morbo, yo creo que la Cospedal molaría mucho más. Rajoy está pillado por los huevos y se siente tan culpable de la situación como ZP porque sabe que la cagaron en su legislatura, en la que invirtieron ocho años tabicando de ladrillo a este país hasta que reventó por la sisa. Mientras los chinos mandaban a otros chinos al espacio y los indios se devanaban los sesos para fabricar portátiles por veinte euros, nosotros nos dedicamos a poner y quitar carteles de ESTE PISO SE VENDE (eso sí, un poquito más caros que ayer). Por eso hoy tienen que callar estos otros mamones de lobby fácil que tanto se jactaban del superávit de las cuentas públicas ¡Otro gallo nos cantaría ahora si esos beneficios estatales se hubieran invertido en un cambio de rumbo de nuestra economía! La herencia de ocho años neoliberales ha quedado confinada en el horripilante expolio iconografíado por la operación Malaya y en unas arcas llenas que mañana tendremos que vaciar para frenar el hambre y la pobreza del que se decía el octavo país más rico del mundo.

La parte buena de la crisis es que nadie tiene dónde esconder sus vergüenzas. Cuando nuestros políticos se quedan sin cabezas de turco y huérfanos de esa locuacidad cicatera que les proporcionan las elecciones cercanas, agachan la cabeza y se miran la punta de los zapatos porque no tienen ni puta idea de lo que deben decirles a unos ciudadanos que, en definitiva, somos tanto o más culpables que ellos. No en vano, la ineficaz y pestilente clase política que nos gobierna no es más que un reflejo de nuestra propia sociedad. Nosotros, la gente corriente y moliente, hemos olvidado la responsabilidad que tenemos encomendada desde el artículo 1 de nuestra Constitución donde, como pueblo, se nos reconoce la soberanía de la que emanan los poderes del Estado, y en cambio, nos hemos tomado esto como si de un Barça-Madrid se tratara, apostando por un equipo cada cuatro años para sacar las banderas a la calle en caso de victoria. Con una indolencia digna de la mejor época del Despotismo Ilustrado, hemos permitido el regreso de la clase gobernante capaz de dirigir nuestras vidas íntimas, y que pertrechada por el invento del pensamiento colectivo, ha ido destruyendo al individual, haciéndonos creer que los dos únicos modelos sociales posibles son el del enriquecimiento rápido y el del funcionariado, que si lo piensan, tienen por común característica la de tocarte los huevos para el resto de tu vida.

Salir de esta crisis no es una cuestión del Gobierno ni de la Oposición, ni siquiera del Estado. No, no es una cuestión colectiva, sino individual. Depende de cada uno de nosotros, de la capacidad reflexiva que podamos tener para cambiar nuestra forma de vida, para entender que el capitalismo no ha muerto ni morirá mientras existan recursos por los que competir, para encontrar el bienestar en nuestra propia satisfacción, desterrando, de una vez por todas, aquellos estándares por los que un día todos competimos para igualarnos, haciendo a los ricos cada vez más ricos y a los pobres cada vez más pobres. En definitiva, mandando a freir espárragos a esta mierda de sistema en el que un buen minuto televisivo puede ser suficiente para que cualquier tonto, sea del color que sea, diga sus tonterías...

...desde Moncloa.